El punto culminante
por el Dr. Edward Sri
La crucifixión romana era una forma terrible de morir. No sólo causaba la muerte de un criminal, lo hacía con el mayor dolor y humillación posibles.
Esta forma de ejecución no tenía como fin dañar los órganos vitales o causar una hemorragia mortal. Más bien, su objetivo era causar una muerte lenta y dolorosa por conmoción o asfixia a medida que los músculos respiratorios iban colapsando, un proceso que en ocasiones tomaba varios días.
Para infligir la humillación máxima, el condenado era desnudado, azotado 39 veces y atado o clavado a un poste. Luego era elevado y ridiculizado por los que pasaban. En el proceso, la gente podía ver claramente lo que les pasaría a aquellos que osaran resistirse a la autoridad romana.
Todo esto enviaba un mensaje muy fuerte a quienes, como los judíos, estaban sometidos al dominio del Imperio Romano. Les decía: “Nosotros controlamos su país. Podemos hacer lo que queramos con ustedes. Podemos tomar sus cuerpos, clavarlos a una tabla de madera y hacerlos sufrir una muerte dolorosísima. Ni se les ocurra levantarse contra nosotros.” Por esta razón, para los judíos la cruz era un sombrío símbolo de su desesperada situación de exilio y un recordatorio constante de su sometimiento bajo el yugo romano.