Nuestras acciones determinan en qué clase de personas nos convertimos
por Fr. Robert Barron
Desde la década del cincuenta hasta fines de la década del setenta, Karol Wojtyla (el Papa Juan Pablo II) fue profesor de Filosofía Moral en la Universidad Católica de Lublin, en Polonia, especializándose en ética sexual y lo que hoy llamamos “matrimonio y vida familiar". Escribió dos importantes libros relacionados con esos temas, Persona y acción, una rigurosa exploración filosófica de la antropología cristiana, y Amor y responsabilidad, un análisis mucho más accesible del amor, el sexo y el matrimonio. Estos textos proporcionaron los fundamentos de la sustanciosa enseñanza del Papa Juan Pablo II que ahora se conoce como “teología del cuerpo". Como se hizo evidente a lo largo de su papado, Juan Pablo II tenía una gran devoción por los jóvenes, y quería que ellos vieran las enseñanzas de la Iglesia en relación con el sexo, no como una carga, sino como una invitación a una vida más plena. En el contexto de este breve artículo, me gustaría desarrollar sólo un concepto del abundante magisterio de Juan Pablo II sobre el sexo y el matrimonio, porque comparto la permanente preocupación de la gente mayor que ve que demasiados jóvenes tratan el sexo en forma muy superficial.
Karol Wojtyla enseñaba que al tomar una decisión ética, el agente moral no sólo lleva a cabo un acto particular, sino que contribuye a formar la persona en la que se está convirtiendo. Cada vez que realizo una acción moral, estoy construyendo mi carácter, y cada vez que realizo una acción inmoral, estoy afectando negativamente mi carácter. Con el tiempo, la abundancia de acciones virtuosas me conforma de tal manera que puedo prever y confiar en que en el futuro actuaré virtuosamente, y la abundancia de actos inmorales puede deformarme de tal manera que en el futuro probablemente seré incapaz de elegir correctamente. Esto no es erigirnos como jueces, es una especie de física espiritual/moral, una expresión de una ley básica. Vemos el mismo principio en acción en los deportes. Sí uno hace el swing de golf incorrectamente muchas veces, se convierte en un mal golfista, es decir, en alguien que normalmente es incapaz de enviar la pelota muy lejos o en línea recta. Sí uno hace el swing correctamente suficientes veces, se convierte en un buen golfista, alguien que habitualmente envía la pelota lejos y en línea recta.
Juan Pablo II destacó un problema típico de nuestro tiempo: las personas piensan que pueden hacer muchas cosas malas y seguir siendo, en el fondo, “buenas personas”, como si su carácter pudiera separarse de las cosas que hacen. En realidad, una persona que habitualmente tiene conductas egocéntricas, autodestructivas y manipuladoras, lentamente pero en forma segura va distorsionando su carácter, convirtiéndose en una persona egocéntrica, autodestructiva y manipuladora. Visto desde un punto de vista levemente distinto, éste es el problema de separar al “individuo” del cuerpo, como si la “verdadera persona” se ocultara debajo o detrás de los movimientos concretos del cuerpo. La filosofía y la teología católica han luchado con esta clase de dualismo durante siglos, insistiendo en que el individuo es una combinación de espíritu y materia. De hecho, es fascinante notar con cuánta frecuencia esta concepción gnóstica de la persona (para darle su nombre correcto) se impone a sí misma, y con cuánta frecuencia la Iglesia se ha alzado para oponerse a ella.
Ahora apliquemos este principio a la conducta sexual. Muchos estudios han mostrado que los adolescentes y estudiantes universitarios están participando cada vez más en una cultura de la "relación casual”, un ambiente en el que se aceptan como algo normal las formas más superficiales e impersonales de conducta sexual. Hace tan sólo 25 ó 30 años, todavía había, incluso entre los adolescentes, una noción de que el contacto sexual debía darse en el contexto de una relación “amorosa” o “comprometida”, pero en la actualidad parece que hasta esa módica muestra de responsabilidad moral ha desaparecido. Y esto les está haciendo un daño terrible a nuestros jóvenes. El Dr. Leonard Sax, médico y psiquiatra, exploró el fenómeno de la cultura de la “relación casual” en su libro Why Gender Matters, un texto que recomiendo fervorosamente a los adolescentes y a sus padres. Él describe ese chabacano universo moral con cierto detalle y luego menciona que su consultorio psiquiátrico está repleto de jóvenes –especialmente mujeres–, que han caído en depresiones debilitantes, ansiedad y baja autoestima. El Dr. Sax enuncia la teoría de que esos síntomas psicológicos son reflejo de una suerte de disonancia cognitiva. La sociedad en general les dice a los adolescentes que pueden comportarse como ellos prefieran y seguirán siendo “buenas personas”, pero las conciencias de esos jóvenes cuentan una historia diferente. En lo más profundo, saben que la conducta egoísta e irresponsable los está convirtiendo en personas egoístas e irresponsables, y sus almas están clamando. Su presencia en la sala de espera del Dr. Sax es un testimonio de la veracidad de la postura de Juan Pablo II sobre el acto moral.
Podría resumir el concepto de Juan Pablo II diciendo que las acciones morales tienen importancia, tanto a corto plazo como a largo plazo. Para bien o para mal, producen consecuencias inmediatas, y dan forma al carácter. Por lo tanto, podría aventurarme a decirle a un joven tentado a participar en una conducta sexual irresponsable que por favor comprenda, aunque quizá no lo vea inmediatamente, que las cosas que uno elige hacer, inevitablemente dan forma a la persona en la que uno se va convirtiendo.
© Robert Barron
Translated by Catholic Translator
http://catholictranslations.blogspot.com
Originally published in Word of Fire
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