Saturday, August 13, 2011

Lesson One in Prayer - by Peter Kreeft


La primera lección en la oración
por Peter Kreeft
Hablemos de la oración en forma muy básica y práctica. El consejo más importante que conozco acerca de la oración es también el más simple: ¡Simplemente hágalo!
Cómo hacerlo es menos importante que hacerlo. Una oración imperfecta es infinitamente mejor que ninguna oración; una oración más perfecta es sólo un poco mejor que una oración menos perfecta.
Nancy Reagan fue criticada por su simple eslogan contra las drogas: “Sólo di no.” Pero tenía cierta sabiduría: la sabiduría de que la base de cualquier programa exitoso para detener algo tiene que ser la decisión de decir no. ("Sólo di no" no significa que no hiciera falta algo más, pero sin esa simple decisión ninguna otra cosa funcionaría. El “Sólo di no” quizá no sea suficiente, pero es necesario.)
En forma similar, ningún programa, método, libro, maestro o técnica tendrá éxito para lograr que empecemos a hacer algo a menos que desde el comienzo exista esa simple decisión de hacerlo. “Sólo di sí.”
El gran obstáculo en la mayoría de nuestras vidas para decir sí a la oración, la excusa más popular y poderosa que damos para no rezar, para no rezar más, o para no rezar con regularidad, es que no tenemos tiempo.
La única respuesta efectiva a esa excusa que tengo es una especie de homicidio. Tienes que matar algo, tienes que decir no a alguna otra cosa para poder generar el tiempo para rezar. Por supuesto, nunca encontrarás el tiempo para rezar, tienes que generarlo. Y eso significa dejar de lado otra cosa. La única manera de instalar al inquilino de la oración en el apartamento de tu vida es desalojar a algún otro inquilino de las instalaciones que ocupará tu oración. Muy pocos de nosotros tenemos cuartos vacíos disponibles.
Decidir hacer esto es el primer paso. Y probablemente no decidirás hacerlo, sólo desearás hacerlo, a menos que veas la oración como lo que realmente es: una cuestión de vida o muerte, tu medio de contacto con Dios, con la vida misma.
¿No es esto una exageración? ¿No hay cosas más importantes? ¿El amor, por ejemplo? Sin duda necesitamos el amor; pero el amor que necesitamos es el amor ágape, el amor que sólo Dios tiene y es. Así que, a menos que lo busquemos en Dios, no lo recibiremos. Y buscarlo en Dios significa orar. De modo que a menos que oremos, no amaremos.
Una vez aclarado esto, y habiendo convertido la oración en tu prioridad número uno, habiendo tomado una decisión, debemos reorganizar nuestras vidas alrededor de ella. Reorganizar tu tiempo, preparar el tiempo para rezar, es como preparar tu casa para pintarla. Como todos los que han pintado alguna vez saben, la preparación es tres cuartas partes del trabajo, tres cuartas partes de la complicación, y ocupa tres cuartas partes del tiempo. La pintura en sí misma no es nada comparada con la preparación. Lo mismo se puede decir de la oración. Lo más difícil es preparar para la oración un lugar, un momento, una parte del día que sea sagrada e inviolable. La oración es como la cena del día de Acción de Gracias. Uno tarda una hora en comerla y diez horas en prepararla. La oración es como el día de Navidad: toma un mes hacer los preparativos, la decoración y las compras para ese único día. Lo mejor de todo es que la oración es como el amor. El juego previo ocupa, o debería ocupar, la mayor parte del tiempo. Para dos personas que están completa y verdaderamente enamoradas, toda su vida juntas es un juego previo. La oración es como hacer el amor espiritualmente. Dios ha estado esperándote durante mucho tiempo. Ansía que roces su mismo ser en la oración, como la mujer tocó los flecos del manto de Cristo, para que puedas ser sanado. ¿Cuántas horas tuvo que prepararse esa mujer para ese contacto que duró un instante?
La parte más importante de la preparación práctica es la programación. Ciertamente tienes que programar un momento para rezar periódicamente, no importa si eres "organizado" en otras cosas de tu vida o no. En la oración, la improvisación simplemente no funciona. Significará cada vez menos oración, o ninguna oración en absoluto. Un minuto rápido en la mañana para ofrecer tu día a Dios es mejor que nada, desde luego, pero es tan insuficiente como pasar sólo un minuto rápido por día con tu esposa o esposo. Simplemente debes decidir despejar un horario cada día para poder rezar.
¿Cuánto tiempo? Eso varía de acuerdo a los individuos y las situaciones, por supuesto. Pero lo mínimo debería ser al menos quince minutos. No puedes esperar que suceda nada demasiado profundo en menos tiempo que eso. Si quince minutos te parece demasiado, eso es una prueba innegable de que necesitas rezar mucho más para ordenar tu mente.
Cuando se convierta en algo más habitual y sencillo, expándelo, duplícalo. Y más adelante, duplícalo otra vez. Ponte como objetivo rezar una hora por día, si quieres ver resultados. (¿Quieres verlos? ¿O sólo estás jugando?)
¿Cuál es la mejor hora del día? El momento más popular –la hora de acostarse–, es generalmente el peor momento posible, por dos razones. Primero, en lugar de ser un buen momento, tiende a ser un pésimo momento, porque es cuando estás menos alerta y despierto. ¿De veras quieres ubicar a Dios en el peor apartamento de tu edificio? ¿Le ofrecerás la oveja más enferma de tu rebaño?
Segundo, no funcionará. Si esperas para rezar hasta el momento en que has cumplido con todas tus demás obligaciones, simplemente no rezarás. Porque la vida de hoy es tan cruelmente complicada para la mayoría de nosotros que “todas tus demás obligaciones” nunca son cumplidas. Recuerda, tendrás que matar otras cosas para poder rezar. No hay alternativa.
El momento más obvio, y generalmente el mejor, es temprano por la mañana. Si no puedes posponer las otras cosas que haces, simplemente debes despertarte más temprano.
¿Debe ser lo primero que hagas? Depende. Hay gente que está alerta en cuanto se levanta, otros necesitan ducharse y vestirse para despertarse. Lo importante es darle a Dios el mejor momento, y “simplemente hacerlo.”
El lugar es casi tan importante como el momento. Debes preparar un lugar especial donde puedas evitar interrupciones y molestias. La improvisación tampoco sirve para elegir el lugar.
¿En qué lugar? Algunas personas no se sienten afectadas por el ambiente y hasta pueden usar un baño. Otros buscan naturalmente la belleza: un porche, un jardín, un paseo. (Encuentro que para mí, rezar mientras doy un paseo es una buena combinación de ejercicio espiritual y físico.)
Probablemente notaron que todavía no dije ni una palabra sobre técnicas. Eso es porque la preparación es tres cuartas partes de la oración, ¿recuerdan? ¿Pero qué hay de los métodos?
Sólo puedo hablar desde mi experiencia de principiante permanente. Las dos maneras más efectivas que he encontrado son muy simples. Una es orar leyendo las Escrituras, leyendo y rezando al mismo tiempo, leyendo en la presencia de Dios, recibiendo las palabras de la boca de Dios. La segunda es la oración vocal espontánea. No soy muy bueno para la oración silenciosa, la oración mental o la oración contemplativa. Mis pensamientos saltan por todas partes como pulgas. Rezar en voz alta (o cantar) al menos hace que me mantenga en oración. Y he notado que a menudo me lleva naturalmente a la oración silenciosa, u “oración mental”, o a la oración contemplación.
La mayoría de los consejos sobre la oración se concentra en los niveles más altos: la oración contemplativa. Pero sospecho que muchos de mis lectores también son niños en la oración, y necesitan aprender a caminar antes de aprender a correr. Así que éstas son algunas lecciones del jardín de infantes de la oración. Simplemente “hagámoslo”, aunque sólo sea ir gateando hacia Dios.
© Peter Kreeft
Translated by Catholic Translator
http://catholictranslations.blogspot.com
Originally published in http://www.peterkreeft.com

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