Aprendiendo a amar a nuestra Madre
por Randy Hain
Ave María
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Hace tiempo que tengo el deseo de escribir sobre mi creciente valoración y amor por nuestra Bendita Madre. Criado en la iglesia bautista, que abandoné en mi adolescencia para vivir en el desierto espiritual hasta que experimenté una notable conversión personal en 2005, nunca había pensado mucho en María. Desde que me uní a la Iglesia Católica en 2006, he pasado por varias etapas en mis sentimientos hacia ella: una tibia curiosidad, un fuerte interés, educación, revelación, valoración y, ahora, devoción y amor.
¿Qué fue lo que causó este cambio? ¿Cómo fue que María creció tan significativamente en mis afectos? La respuesta es complicada. Me encantaría decirles que sucedió de pronto, por medio de una milagrosa revelación. No, mi experiencia ha sido mucho más gradual, estos últimos años, y como las etapas que mencioné lo indican, tuve que aprender mucho sobre María antes de saber cómo amarla. Hoy, para mí es algo natural pedirle a nuestra Santa Madre su intercesión y oraciones, y el Rosario se ha convertido en una parte importante de mi vida de oración.